¿Es el código realmente ley? por Craig S. Wright
Muchas personas dentro de las «comunidades crypto» han convertido en religión el principio de que «el código es ley», la metodología defectuosa de Lawrence Lessig [1]. En su rancia diatriba, Lessig sostiene la visión de un mundo que nunca existió, y cree que, de alguna manera, ganaremos verdadera libertad a través de sistemas computacionales, en un mundo donde el código establezca reglas que no se puedan cambiar. Es un mantra típico de Silicon Valley, un mundo donde la inteligencia artificial reemplace al gobierno en una utopía tecno-comunista. En un supuesto mundo de abundancia, las máquinas lo manejan todo con un código perfectamente equilibrado. No es que no podamos crear un sistema así, pero tales devotos se aferran al concepto de que el código algún día será perfecto:
«Hemos aprendido que el código de The DAO no es perfecto. Y no puede serlo. Todavía».
Para la misma gente, Bitcoin y todos los sistemas derivados que provienen de él presentan la promesa de un mundo sin gobierno, donde las reglas son dictadas por máquinas y establecidas en código. Sin embargo, tal concepto resulta fatalmente defectuoso. Estas personas, que a menudo atacan la religión tradicional, ni siquiera entienden que no han formado nada más que un frágil sistema de creencias, construido sobre unos cimientos de barro y arenas movedizas fácilmente desacreditables. Y es que eso de lo que hablan no es una ciencia o incluso algo que tenga que ver con la ingeniería, sino más bien una religión. Tales ideas extropianas no son más que otro medio de intentar encontrar un propósito en una vida finita que necesariamente debe terminar. En lugar de admitir la muerte, se agarran al concepto de un mundo virtual al que nos podemos trasladar, y vivir allí por toda la eternidad. Incluso una comprensión básica de la física y el universo revelaría que tal mundo no es ni factible ni posible.
Más importante aún: todo su conjunto de premisas se basa en la falsa suposición de que se podría lograr un código perfecto.
Todos los códigos están escritos por humanos. Como la ley, el código no es más que una abstracción en el lenguaje de algo que nos proponemos lograr. El código puede formar reglas, pero esas reglas siguen siendo escritas por individuos. Los comités no escriben código. Los comités no crean un conjunto de reglas que se implementarán en cualquier sistema. Bitcoin no fue escrito por un comité, ni fue diseñado por uno. Fue un sistema escrito por un hombre. Al escribir Bitcoin, he tomado conceptos de mucha gente, pues leía los trabajos de muchos autores. Sin embargo, mi resultado sigue siendo mi creación. Aunque muchos hayan realizado alguna incursión en mi proceso de pensamiento, el proceso sigue siendo mío.
Y aquí yace el secreto inconfesable del que a pocos les gusta hablar cuando promueven el concepto del «código como ley»: alguien escribe el código. Alguien carga el código en un repositorio. No hay inteligencia artificial o pensamiento de grupo generalizado que cree y desarrolle cualquier sistema: cuando el código se carga en un repositorio, hay que decidir sobre él. Aquí, por supuesto, está el asunto que algunas personas eligen usar para disimular conceptos y engañar a las masas. Buscan decirte que el código te liberará. Te dirán que con la tecnología de Bitcoin y la cadena de bloques, podemos llegar a un mundo donde el código creará un sistema sin ley. Lo que no te dicen es que la ley es un sistema que cambia. A lo largo del tiempo, basándose en una combinación de estatutos fijos y estáticos, parecidos al código, y en la interpretación de los individuos según el espíritu de la época, los tribunales interpretan las acciones de los individuos.
Bitcoin no crea un sistema democrático de votación. Tampoco lo hace ningún sistema derivado. Nunca fue el objetivo del sistema hacerlo. Bitcoin crea un conjunto de reglas estáticas, y permite un sistema monetario basado en bienes. Si la capa base de un sistema de tokens puede cambiar, cualquier cosa construida sobre ella fallará. Bitcoin está diseñado como una capa base sobre la que otros puedan construir.
La prueba de participación no es democrática. Ese concepto de voto nunca fue algo que se incorporase a la tecnología de las blockchains, sino que ha sido algo que se ha convertido en un mantra falso y engañoso, diseñado con el propósito de permitir que prosperen muchas formas de ilegalidad. La simple pregunta que hay que hacerse es: si sólo pueden votar los que tienen más dinero y poder, aquéllos más pudientes, ¿es un sistema democrático?
Si un sistema está controlado por tres o cuatro desarrolladores que actúan como guardianes del código, ¿es ese código algo que otros deberían ejecutar? El secreto inconfesable sobre el que esos desarrolladores no quieren que pienses es muy simple: ¿quién creó el código y por qué? Incluso si tales individuos pudieran crear un código perfecto, sólo sería perfecto por un momento. Los conceptos legales, los derechos individuales, todos los aspectos de la sociedad cambian a medida que avanzamos en el tiempo.
Los que siguen la pseudo-religión del ciberespacio promovida por Lessig y otros creen que deben vivir en un mundo sin reglas, donde el gobierno no pueda ni deba controlar. Pero, ¿qué es el gobierno? No hay una forma abstracta: la verdad es que el gobierno constituye simplemente un conjunto de personas que expresan ideas basadas en los caprichos de la sociedad. Ningún sistema es perfecto, pero abstraer el gobierno como la proverbial bestia es ignorar la simple verdad de que tan sólo se trata de un conjunto de personas que actúan según los caprichos de otras personas.
La sociedad es el concepto colectivo de muchas personas actuando y comerciando e intercambiando y comprometiéndose entre ellas. Aunque parezca que pudiéramos tratarla como una sola entidad, se trata simplemente de una agrupación de personas. Nuestras mentes son limitadas. Y por tal razón, resumimos el conjunto en algo que podamos entender: trozos del tamaño de un bocado que podamos digerir y llegar a comprender.
Un mundo basado en el concepto de que el código es inviolable ignora a la humanidad. La ley es desordenada por una razón; el mundo real es desordenado. El mundo real es difícil, y los conceptos que parecen simples resultan ser complejos. Puede parecer que podemos simplificar las negociaciones contractuales, la negligencia y otros aspectos de nuestro sistema jurídico y crear algo que funcione de la misma manera todas las veces. Sin embargo, la realidad es que la vida no es tan simple. La interacción entre los individuos y los cambios a lo largo del tiempo no pueden incorporarse a un contrato legal sin alguna posibilidad de que sean interpretados posteriormente. Sin embargo, es lo que parecen creer los defensores del «código es ley». Creen que la vida puede ser resumida en un conjunto simple de reglas contractuales, escritas en una cadena de bloques. Creen que una vez que se haga así, nada puede cambiarlo.
Su concepto proviene de la creencia de que muchos nodos distribuyen la creación y votación de reglas entre una pluralidad de individuos. Curiosamente, unos pocos individuos con mucho poder buscan promover ese concepto. En la actualidad, ningún sistema blockchain tiene más de cuatro o cinco partes controladoras, que establecen las reglas. Esto, en sí mismo, es antitético a la naturaleza de Bitcoin. La razón por la que Bitcoin, con el protocolo inalterable, fue grabado en piedra es que cuando un sistema tiene reglas fijas y los sistemas competidores necesitan construirse sobre esas reglas, no sólo se obtiene certeza, sino que se arrebata el poder a los individuos que buscan subvertir el sistema y cambiar las reglas. Es decir, pequeñas camarillas de desarrolladores u operadores de nodos no pueden cambiar las reglas para aumentar sus propios beneficios a corto plazo.
Bitcoin no está encriptado
Aparte del hecho de que Bitcoin se deriva de la interacción humana, el sistema es un texto plano. Bitcoin utiliza algoritmos criptográficos, pero el uso de un algoritmo criptográfico no hace que algo esté cifrado. El uso de pseudónimos y un algoritmo de firma digital parece haber generado una gran confusión, ya que mucha gente cree que Bitcoin permite grados de anonimato o incluso un anonimato completo a escala para grandes transacciones. Esa creencia no podría encontrarse más lejos de la verdad. La única razón por la que Bitcoin mantiene la privacidad y el anonimato, a cualquier nivel, es que el valor de una transacción puede resultar tan bajo que a nadie le importe. El escenario es análogo al uso de dinero en efectivo: cuando se transfieren pequeñas cantidades de dinero en efectivo, o incluso una cantidad que vale 100 libras esterlinas, a nadie le importa realmente, excepto a las personas que participan en la transacción. Por otro lado, si quieres transferir 15.000 libras, deben presentarse formularios. El intercambio de valor utilizando dinero en efectivo no resulta anónimo a todos los niveles.
Al igual que con el dinero en efectivo, las transacciones realizadas en Bitcoin son pseudónimas. Pero el pseudo-anonimato no significa que las transacciones realizadas en Bitcoin que estén por encima de los niveles normalmente asociados con el dinero en efectivo se puedan realizar de forma anónima. Las leyes existentes sobre el valor de las transacciones de financiación, incluyendo el dinero en efectivo o el dinero digital, se han aplicado durante muchos años, y continúan aplicándose igualmente a las monedas digitales o «criptodivisas». Liberty Reserve lo descubrió de la manera más traumática. El mantra de la descentralización no salva al sistema de las normas requeridas; la aplicación de las disposiciones contra el blanqueo de dinero (AML) sigue vigente tanto si se utilizan bitcoins como si se usa dinero en efectivo.
Como experimento para reflexionar, es sencillo comprender que el dinero en efectivo constituye en sí mismo un sistema de igual a igual, no por la función de acuñación sino por el intercambio de billetes entre individuos. Bitcoin permite una función de distribución distribuida. La distribución de las funciones de compensación y liquidación de forma que los individuos puedan realizar transacciones en Bitcoin de forma análoga al uso del efectivo. Viene con todas las reglas requeridas que acompañan al dinero en efectivo. Lo más importante es que la implementación de reglas no es algo que un pequeño grupo de desarrolladores y empresas llegue a establecer. Bitcoin no es un sistema basado en votos de un grupo anónimo que controla un sistema fuera de los sistemas gubernamentales y regulatorios. Los mineros son fáciles de detectar, y resulta sencillo para un gobierno actuar contra un minero deshonesto. El mismo principio se aplica incluso cuando se trata de los otros aspectos del ecosistema de Bitcoin: las casas de cambio son entidades con las que resulta sencillo interactuar. No existe eso de una casa de cambio descentralizada (DEX). El concepto de intercambio distribuido no es más que un concepto. Cada intercambio se realiza como un servicio de custodia. El gobierno puede interactuar fácilmente con cualquier sistema de cadena de bloques porque los individuos involucrados en el establecimiento, mantenimiento y aplicación de las normas se encuentran siempre visibles.
Y aquí radica el defecto fatal del «código es ley» como mantra, que proviene simplemente de un pequeño grupo de desarrolladores o empresas que buscan ejercer el control a través de una falsa mitología de la descentralización que nunca existió. El código no se escribe solo. Más importante aún: el código puede ser cambiado.
El código no es diferente del lenguaje contractual. Escribir en código informático no añade claridad: permite a la gente ser aún más abstracta de lo que sería con un lenguaje común. Un contrato formado con lenguajes informáticos sufre todas las abstracciones normales que provienen de la creación de cualquier plan formado por los humanos: no puede tener en cuenta el futuro. Ninguno de nosotros conoce el futuro, y ninguno puede planificar todas las contingencias que puedan ocurrir. Ninguno de nosotros conoce los cambios en la ley, y el hecho de que exista un contrato basado en un código no lo hace legal.
El argumento en varias «comunidades crypto» es que Bitcoin y los sistemas relacionados actuarían como un consenso distribuido que involucraría a todas las partes y que tales individuos podrían actuar sin supervisión, sin regulación y fuera de la ley. Ahí es donde entra en juego la naturaleza de Bitcoin. Bitcoin se publica en texto plano. En el mundo más ideal, donde todo va por el camino de la descentralización y la distribución, nunca habrá más de un millar de mineros de Bitcoin, e incluso eso es excesivo. He observado en el pasado que el ajuste de dificultad cada 2016 bloques establece un límite absoluto en el número de nodos que pueden existir. Como la metodología de consenso en Bitcoin se basa puramente en la distribución de bloques válidos y no implica a los llamados «nodos» que no crean bloques, nunca puede haber más de 2000 nodos en ningún momento. Y, lo que es más importante, se trata de un sistema comercial. La realidad es que, incluso hoy en día, sólo existen 32 nodos en la red de Bitcoin, y aún menos en otros sistemas como Ethereum.
Teniendo en cuenta todo el escenario, los nodos no pueden existir sin casas de cambio que sean fácilmente controladas por el gobierno y los reguladores. Al mismo tiempo, la inversión que requieren los nodos actúa para garantizar que esas entidades no puedan permanecer en el anonimato. Están sujetas al derecho internacional y deben actuar en conformidad, lo cual es importante, ya que sólo los nodos establecen las normas. Sin cifrado, no hay forma de que los agentes del sistema oculten las transacciones. Los tokens de Bitcoin siempre pueden ser rastreados, y si una transacción de Bitcoin se puede rastrear, se puede actuar sobre ella. Los gobiernos y los reguladores han exigido cambios en el código y han obligado a las grandes empresas a aplicar controles. Bitcoin no es diferente. Un nodo que decide burlar los controles gubernamentales es el actor deshonesto mencionado en el documento técnico de Bitcoin. A un nodo deshonesto es fácil llevarlo a la quiebra y eliminarlo del sistema.
Bitcoin crea activos y propiedades excluyentes
El argumento contra los derechos de propiedad digital en el copyright sobre los activos digitales siempre ha sido un argumento sobre la consignación. Es un argumento sobre la posesión y el derecho de un propietario adversario a excluir a otro. En el pasado, las copias digitales no han podido mantener la posibilidad de excluir. Aquí radica la principal distinción de Bitcoin. Ahora tenemos un sistema en el que la propiedad de un bien digital puede hacerse completamente excluyente. Es decir, un individuo puede asegurar la exclusión de otro. Los tokens contenidos en un envío de Bitcoin, una salida de transacción no gastada (UTXO), pueden ser fungibles e intercambiables, pero la posesión de dichos tokens y todo lo que representan puede limitarse a un solo individuo y excluir a todos los demás.
Bitcoin elimina todo el argumento sobre la propiedad digital que plantean los que se oponen a los derechos de propiedad. Con la capacidad de aislar el control, Bitcoin elimina los argumentos contra los archivos digitales y el hecho de que puedan ser copiados, el argumento de que no constituyen una verdadera propiedad. Como propiedad, Bitcoin se rige por la ley, y no es necesario aplicar ninguno de los falsos argumentos contra los derechos de autor.
Referencias
[1] Lessig, L. (2003). Law Regulating Code Regulating Law. Véase: https://dash.harvard.edu/bitstream/handle/1/12912675/Law%20Regulating%20Code%20Regulating%20La (consultado el 8 de junio de 2020).
Enlace al artículo original: https://craigwright.net/blog/law-regulation/is-code-really-law/
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